Leonardo Pérez Obis, decano de los pintores aragoneses, 1903 -1998

Leonardo Pérez Obis, decano de los pintores aragoneses

El texto y las imágenes de este post están extraídos del catálogo de la exposición, «Una mirada hacia el pasado», celebrada en Zaragoza en la Sala Hermanos Bayeu, del Edificio Pignatelli en el año 1999.

«A Leonardo le gustaba recordar que, de colegial, prefería el jueves a cualquier otro día de la semana, porque tocaba clase de dibujo».

 
Leonardo pintando en 1922

Leonardo Pérez Obis comenzó su larga trayectoria artística realizando deliciosas fotografías obtenidas a partir de placas de cristal con la engorrosa máquina de fuelle rojo. Fue uno de los miembros fundadores de la Sociedad Fotográfica de Zaragoza, creada en 1923, y participó en el II y III Salón Internacional de Fotografía de Zaragoza, allá por los años 1926 y1927. Su afición a la fotografía le acompañará toda su vida y marcará la pauta de su estilo pictórico, “el realismo”.

La pintura se convirtió pronto en una necesidad vital  para Leonardo y ya en 1929 participó en una exposición de arte estudiantil que se celebró en el Centro Mercantil de Zaragoza y en el I Salón regional de Bellas Artes, al que concurrió con el cuadro titulado Sol de Invierno.

 
El baño, 1934

Alternaba sus participaciones en los Salones de Otoño de Madrid que se celebraban en el retiro de Madrid y en las que obtuvo numerosos premios con algunas participaciones en exposiciones locales, como las regionales de Arte Aragonés y concursos varios en las que nunca fue muy reconocido. También participo en exposiciones colectivas en Valencia, San Sebastián, Vitoria, Bilbao, Córdoba, etc. Solo en cuatro ocasiones expuso Pérez Obis de forma individual: 1940 y 1979 en el Centro Mercantil de Zaragoza, 1981 en el Palacio de Congresos y Exposiciones de la ciudad de Jaca.

En 1994, cuando Leonardo, tenía 91 años, se celebró una exposición Antológica en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, rindiéndole un merecido homenaje al que posiblemente era el decano de los pintores aragoneses.

 
Jugando al toro, 1940

Frecuentó las academias privadas de Abel Bueno, Leopoldo Romo y Joaquina Zamora, la Escuela de Artes y el Estudio Goya, pero sus conocimientos sobre el dibujo y el color partieron  de la observación de la realidad y el detalle, sometidas a una fuerte disciplina autodidacta.

 
En la fuente (Daroca).  1940

Mientras realizaba el bachillerato visitó la Academia Toral, donde obtuvo un título de tenedor de libros a los  doce años entrando a trabajar en el Banco Aragonés de Seguros y Crédito, empresa en la que continuaría hasta su jubilación.

Concilió esta actividad de pulcro contable con su auténtica vocación, la Pintura.

Sintió poca curiosidad por los movimientos vanguardistas de principios de siglo y encontró su propio estilo dentro de unos cauces realistas. Retrataba a su familia, su casa y su entorno urbano, los alrededores de Zaragoza, el Canal Imperial y paisajes del Pirineo, Fontibre y algunas vistas de poblados norteafricanos y de los canales de Venecia. El paisaje fue una de sus pasiones.

En la pintura infantil demostró una gracia y unas dotes excepcionales y sus tres hijos fueron sus modelos habituales, captados en poses frescas y divertidas.

 
Leonardo y Elena Pérez Cavero, 1950

El realismo pictórico de Pérez Obis se asentaba  en un sólido y correcto dibujo que pautaba y ceñía el uso del color, siempre jugoso y contrastado. Sin embargo, el pintor practicó  asiduamente el dibujo como tal, con un estilo espontaneo y personal. Sus dibujos realizados a lápiz o carbón sobre papel allá por los años treinta y cuarenta demuestran una sensibilidad y una observación de matices extraordinarias.

 
Maximina, boceto para cartel del Pilar

En este sentido hemos de recordar otros trabajos más comerciales que hoy entrarían de lleno en el campo del diseño y la publicidad, pero en aquella época eran desarrollados por pintores y artistas con el fin de ganarse la vida, como las pegatinas informativas de las fotografías que concurrían a los Salones Internacionales de Fotografía de Zaragoza, como portadas para las revistas Lecturas (1925), Blanco y Negro (1927) y Mari Bel, que se publicaba en Buenos Aires; o como los carteles anunciadores de las Fiestas del Pilar, así como de las de Pamplona, los carteles de la Compañía de Teatro Díaz Artigas, de la Compañía de Seguros Aragón, o la Algodonera del Ebro, S.A., ejecutados en los años treinta y cuarenta.

En todos ellos demuestra a la perfección su dominio de las técnicas y recursos expresivos del dibujo publicitario (figuras monumentales y recortadas, empleo de siluetas, tintas planas, decorativismo, tipografías elocuentes, etc.), una creatividad y una modernidad bastante templadas, y una fuerte conexión con los trabajos de otros cartelistas contemporáneos.

 
Lobo de mar, 1934.
 
Theología Scholasticus, 1943.
 
Bruma, 1963
 
Cartel para la Algodonera del Ero, S.A., 1947

Artista de grandísma categoría, maravilloso ser  humano, vivió 95 años por y para la Pintura en mayúsculas y fue tal su pasión que pintó siempre, hasta los últimos años de su vida, hasta que su mano no pudo empuñar un lápiz.

Su última obra era un remanso del Huerva donde los verdes y amarillos latían con el sol, reposaba sobre un viejo caballete de madera que tenía en su estudio, orientado hacia la luz natural.

Comisariado, catalogación y documentación de la exposición:

Mª Isabel Sepulveda Sauras

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